BITÁCORA DEL CAPITÁN - DÍA 3: SECRETOS, RUTINAS Y LA PROMESA DEL FUTURO

¿Qué será de mi?

Hoy quiero hablar de algo que me viene rondando hace días. Algo que quizás no se dice mucho, pero que para mí tiene un valor enorme: los secretos que puedo contarle a un diario íntimo. Porque sí, aunque algunos piensen que escribir un diario es cosa de otros tiempos, o que no tiene sentido, yo creo que es todo lo contrario. Es un espacio único, personal, donde puedo ser yo sin filtros, sin miedo, sin tener que actuar para nadie.

Y como chico de 15 años, tengo cosas para decir. Sé que todavía no viví tanto como otros. Que hay adultos que miran con cara de “ya vas a entender cuando seas más grande”. Pero también sé que lo que vivo ahora importa. Que cada experiencia, cada emoción, cada pensamiento que tengo forma parte de mi historia. Y que este diario es el lugar donde esa historia se va escribiendo, paso a paso.

Los secretos que no se cuentan en voz alta

Hay cosas que no se dicen. No porque sean malas, sino porque son íntimas. Porque no sabemos cómo van a reaccionar los demás. Porque nos da vergüenza. Porque nos da miedo.

Y esas cosas, esos secretos, encuentran refugio en este diario.

Por ejemplo, a veces me siento solo. Aunque esté rodeado de gente. Aunque tenga amigos. Aunque mi familia esté cerca. Hay momentos en los que siento que nadie me entiende del todo. Que lo que pienso o siento no encaja con lo que se espera de mí.

Y eso no lo digo en voz alta. Pero lo escribo acá.

También hay días en los que me siento triste sin saber por qué. En los que todo me molesta. En los que no tengo ganas de hablar con nadie. Y no quiero que me pregunten “¿qué te pasa?” porque ni yo lo sé.

Esos días también los escribo acá.

Y hay cosas que me ilusionan, que me emocionan, que me hacen soñar. Como pensar en el futuro, en lo que quiero ser, en los lugares que quiero conocer, en las personas que todavía no llegaron a mi vida pero que quizás algún día lo hagan.

Todo eso también lo escribo acá.

Porque este diario no me juzga. No me interrumpe. No me dice “no digas eso”. Me escucha. Me acompaña. Me deja ser.

La rutina que a veces pesa

La escuela, las tareas, los horarios, las obligaciones. Todo eso forma parte de mi vida. Y aunque entiendo que es necesario, a veces me pesa.

Me levanto temprano, voy al colegio, vuelvo, hago la tarea, estudio, ceno, me acuesto. Y al otro día, lo mismo.

Hay días en los que siento que estoy atrapado en una especie de loop. Que todo se repite. Que no pasa nada nuevo.

Y eso me frustra. Me aburre. Me hace preguntarme si así va a ser siempre.

Pero también sé que cada día puede traer algo distinto. Una charla inesperada. Una risa compartida. Una idea que aparece de la nada. Un momento que rompe la rutina.

Y esos momentos son los que me hacen seguir. Los que me recuerdan que la vida no es solo deberes y horarios. Que también hay espacio para lo espontáneo, para lo mágico, para lo inesperado.

Lo que vivo ahora también importa

A veces escucho frases como “cuando seas grande vas a entender” o “todavía sos chico, no te preocupes por eso”. Y aunque sé que vienen con buena intención, también me hacen sentir que lo que vivo ahora no tiene valor.

Pero yo no estoy de acuerdo.

Porque lo que siento hoy, lo que pienso hoy, lo que experimento hoy, también es parte de mi historia. También me forma. También me define.

Cada amistad que tengo, cada discusión que me duele, cada logro que me hace sonreír, cada error que me enseña algo… todo eso importa.

No necesito tener 30 años para tener una historia. Ya la estoy escribiendo. Y este diario es testigo de eso.

El futuro como promesa

A veces me quedo pensando en el futuro. En lo que vendrá. En lo que todavía no conozco.

¿Qué caminos voy a tomar? ¿Qué personas voy a conocer? ¿Qué sueños voy a alcanzar?

Son preguntas que me llenan de curiosidad. Que me emocionan. Que me dan ganas de seguir.

No tengo todas las respuestas. Ni siquiera tengo muchas certezas. Pero tengo ganas. Tengo esperanza. Tengo ilusión.

Y eso me basta.

Porque el futuro no es algo que se espera sentado. Es algo que se construye. Que se busca. Que se vive.

Vivir cada día al máximo

No quiero que la vida se me pase esperando “el momento perfecto”. No quiero que los días se acumulen sin que los haya vivido de verdad.

Quiero disfrutar cada instante. Cada paso. Cada conversación. Cada silencio.

No importa si parece grande o pequeño. Porque cada momento cuenta. Cada momento puede enseñarme algo. Cada momento puede ser especial.

Y eso es lo que quiero hacer. Vivir. Sentir. Aprender.

Este diario como compañero de viaje

Este diario es más que un cuaderno. Es más que un archivo. Es más que un blog.

Es mi compañero. Mi confidente. Mi espacio seguro.

Acá puedo guardar mis secretos más profundos. Compartir mis pensamientos más íntimos. Ser yo sin miedo.

Y eso no tiene precio.

Gracias, diario, por estar acá. Por acompañarme. Por escucharme.

Lo mejor está por llegar

Sé que todavía no viví todo lo que la vida tiene para ofrecerme. Sé que hay emociones, desafíos, aventuras que me esperan.

Y eso me entusiasma. Me llena de energía. Me da ganas de seguir.

Porque como dicen… lo mejor está por llegar.

Y mientras tanto, voy a seguir escribiendo. Voy a seguir viviendo. Voy a seguir siendo yo.


Hasta la próxima, diario. El Capitán sigue navegando. Y cada palabra escrita es una estrella en el mapa de su viaje.



Comparte:

BITÁCORA DEL CAPITÁN - DÍA 2: DIARIO ÍNTIMO, SIN VERGÜENZA

Un diario íntimo con un candado gigante
¿Serán tan íntimos cómo lo imagino?

Hoy quiero romper con los estereotipos. Así, sin vueltas. Quiero decir bien claro que los chicos también podemos escribir un diario íntimo. Que no es una cuestión de género, ni de edad, ni de lo que “se espera” de nosotros. Es una cuestión de humanidad. De necesidad. De expresión.

Porque todos, absolutamente todos, tenemos pensamientos y sentimientos que necesitamos sacar. Que nos pesan, que nos confunden, que nos duelen, que nos alegran. Y escribirlos es una forma de entenderlos. De ordenarlos. De darles lugar.

Así que acá estoy, desahogándome con vos, querido diario. Porque sí, soy un chico de 15 años, y tengo cosas para decir. Cosas que no siempre puedo compartir con los demás. Cosas que a veces ni yo entiendo del todo. Pero que están ahí, latiendo, esperando ser escuchadas.

¿Por qué parece raro que un chico escriba un diario?

A veces la gente piensa que los chicos no deberíamos mostrar nuestras emociones. Que tenemos que ser duros, callados, “machos”. Que hablar de lo que sentimos es de débiles. Que llorar es vergonzoso. Que escribir sobre lo que nos pasa es algo “de chicas”.

Y eso, sinceramente, es una tontería.

Porque todos necesitamos un espacio para ser honestos. Para ser vulnerables. Para decir “me siento mal”, “tengo miedo”, “no sé qué hacer”. Y ese espacio puede ser un diario. Un cuaderno. Un archivo en la compu. Un blog como este.

No importa el formato. Lo que importa es el acto. El gesto. La decisión de abrirse.

Y si eso incomoda a algunos, que se incomoden. No voy a dejar de ser quien soy por miedo al juicio ajeno.

La escritura como espejo

Escribir un diario íntimo es como mirarse al espejo. Pero no al espejo del baño, donde uno se fija si tiene un grano o si el pelo está desordenado. Es otro tipo de espejo. Uno que refleja lo que hay adentro. Lo que no se ve. Lo que no se dice.

Y a veces ese reflejo asusta. Porque aparecen cosas que no sabíamos que estaban ahí. Dudas. Enojos. Tristezas. Deseos. Recuerdos.

Pero también aparece lo lindo. Lo que nos hace únicos. Lo que nos emociona. Lo que nos da fuerza.

Por eso escribo. Para conocerme. Para entenderme. Para acompañarme.

¿Qué hay en mi cabeza hoy?

Hoy tengo muchas cosas en la cabeza. Algunas claras, otras confusas. Algunas que me dan alegría, otras que me hacen sentir raro.

Por ejemplo, estoy pensando en cómo me siento en esta nueva ciudad. Tres Arroyos todavía es un misterio para mí. No conozco a casi nadie. No sé bien cómo moverme. Me cuesta encontrar mi lugar.

Pero también estoy pensando en lo que dejé atrás. En Claromecó. En mis amigos. En mi rutina. En esa sensación de pertenencia que ahora extraño.

Y en medio de todo eso, también pienso en mí. En quién soy. En quién quiero ser. En cómo me ven los demás. En cómo me veo yo.

Es mucho. Es intenso. Y escribirlo me ayuda a no explotar.

¿Qué significa ser auténtico?

Ser auténtico, para mí, es no mentirse. No fingir. No actuar para encajar.

Y eso es difícil. Porque vivimos en un mundo que nos empuja a aparentar. A mostrar solo lo que se acepta. A esconder lo que incomoda.

Pero yo no quiero eso. Quiero ser yo. Con mis luces y mis sombras. Con mis aciertos y mis errores. Con mis emociones, aunque sean contradictorias.

Y este diario me permite eso. Me permite ser auténtico. Me permite decir “hoy estoy triste” sin tener que justificarlo. Me permite decir “me siento solo” sin que me miren raro.

¿Qué me gustaría que pasara?

Me gustaría que más chicos se animen a escribir. Que se den cuenta de que no hay nada vergonzoso en tener un diario. Que es una herramienta poderosa. Que puede ser un refugio, un amigo, un espacio de libertad.

Me gustaría que en los colegios se hablara más de esto. Que no se rían cuando alguien dice que escribe. Que se fomente la expresión. Que se valore la introspección.

Me gustaría que los adultos dejaran de repetir frases como “los hombres no lloran” o “tenés que ser fuerte”. Porque ser fuerte también es animarse a mostrar lo que uno siente. Ser fuerte también es pedir ayuda. Ser fuerte también es escribir un diario.

¿Qué me da miedo?

Me da miedo que me juzguen. Que digan que soy raro. Que se burlen.

Me da miedo que alguien lea esto y piense que soy débil. Que no soy “como debería ser”.

Pero más miedo me da callarme. Guardarme todo. Reprimir lo que siento. Fingir que está todo bien cuando no lo está.

Así que elijo el miedo que me permite avanzar. Elijo el miedo que me empuja a ser valiente. Elijo escribir.

¿Qué me da esperanza?

Me da esperanza saber que no estoy solo. Que hay otros chicos que también sienten. Que también dudan. Que también escriben.

Me da esperanza este diario. Este espacio. Esta bitácora.

Me da esperanza pensar que, con el tiempo, voy a poder mirar para atrás y ver todo lo que crecí. Todo lo que aprendí. Todo lo que superé.

Me da esperanza ser sincero. Ser auténtico. Ser yo.

¿Qué quiero decirle a otros chicos?

Si estás leyendo esto y sos un pibe que siente que tiene cosas para decir, pero no sabe cómo, te digo: escribí.

No importa si es en un cuaderno, en el celular, en una servilleta. No importa si lo compartís o lo guardás. Lo importante es que lo hagas.

Porque escribir es liberador. Es sanador. Es transformador.

Y no tenés que ser escritor. No tenés que usar palabras complicadas. Solo tenés que ser vos.

¿Qué le agradezco a este diario?

Le agradezco ser mi espacio seguro. Mi lugar de expresión. Mi confidente.

Le agradezco no juzgarme. No interrumpirme. No decirme “no digas eso”.

Le agradezco permitirme ser vulnerable. Ser honesto. Ser humano.

¿Qué sigue?

Voy a seguir escribiendo. Aunque me dé miedo. Aunque me cueste. Aunque a veces no sepa qué decir.

Voy a seguir siendo auténtico. Rompiendo estereotipos. Abriendo caminos.

Porque este diario no es solo mío. Es de todos los que alguna vez sintieron que no podían hablar. Que no podían llorar. Que no podían escribir.

Y si este post sirve para que alguien se anime, entonces valió la pena.

Gracias por estar ahí, diario. Gracias por escucharme. Gracias por ser ese lugar donde puedo ser yo sin máscaras.

Hasta la próxima entrada. El Capitán sigue navegando. Y esta vez, lo hace con el corazón abierto.



Comparte:

BITÁCORA DEL CAPITÁN - DÍA 1: RUMBO A LO DESCONOCIDO

La municipalidad de Tres Arroyos

Hoy arranco esta bitácora. No sé bien qué va a salir de todo esto, pero tengo la necesidad de escribir. De poner en palabras lo que me pasa, lo que siento, lo que pienso. De ser auténtico, sin filtros, sin máscaras. De hablar con sinceridad, aunque duela, aunque incomode, aunque me exponga.

Porque hay cosas que vengo guardando hace tiempo. Cosas que no dije, que no conté, que me fui tragando como quien se come las palabras para no molestar. Pero ya está. Basta. Esta bitácora va a ser mi espacio. Mi refugio. Mi lugar para desahogarme. Para compartir mis pensamientos más íntimos. Para dejar registro de este viaje que estoy empezando.

Y sí, digo “viaje” aunque no haya barco ni mar. Porque mudarse también es zarpar. También es dejar atrás un puerto conocido y lanzarse a lo incierto. Y eso fue lo que pasó hace unos meses: nos mudamos de Claromecó a Tres Arroyos.

Claromecó: el pueblo que fue casa… y cárcel

Claromecó fue mi casa durante muchos años. Un pueblo chico, con mar, con viento, con arena. Un lugar donde todo el mundo se conoce, donde las caras se repiten, donde las historias se cruzan una y otra vez.

Y durante mucho tiempo, eso me gustó. Me daba seguridad. Me hacía sentir parte de algo. Me permitía caminar tranquilo, saludar a los vecinos, saber que si pasaba algo, alguien iba a estar ahí.

Pero con el tiempo, esa seguridad se volvió rutina. Y la rutina se volvió hartazgo. Empecé a sentir que estaba atrapado. Que no había espacio para crecer, para cambiar, para ser distinto. Que todo estaba demasiado marcado, demasiado predecible.

La misma gente. Las mismas conversaciones. Las mismas salidas. Las mismas miradas. Todo igual. Todo repetido.

Y yo necesitaba otra cosa. Necesitaba aire. Movimiento. Desafío.

Así que cuando se dio la posibilidad de mudarnos a Tres Arroyos, no lo dudé. Bueno, sí lo dudé. Pero más que nada por miedo. Porque dejar lo conocido siempre da miedo. Pero también da esperanza.

Tres Arroyos: tierra nueva, vida nueva

Llegamos a Tres Arroyos hace unos meses. No es una ciudad enorme, pero comparada con Claromecó, parece otro mundo. Hay más gente, más movimiento, más opciones. Y también más anonimato.

Eso me asusta un poco. Porque en Claromecó yo era “el hijo de”, “el que va a tal escuela”, “el que juega al fútbol con los pibes del barrio”. Acá no soy nadie. Nadie me conoce. Nadie sabe quién soy, qué me gusta, qué me duele.

Y eso, aunque tiene algo de libertad, también tiene algo de vacío.

Me da cosa no conocer a nadie. Llegar a un lugar donde no tenés ni idea de quiénes son las personas, cómo son las cosas, qué códigos manejan. Es como estar en otro planeta.

Pero bueno, hay que enfrentar los miedos y darle para adelante. No queda otra, ¿no?

La secundaria: nuevo colegio, nuevos compañeros, nuevas historias

Dentro de una semana empiezo la secundaria en la EEMN° 1. Ya el nombre me suena raro. En Claromecó era todo más simple. Acá hay números, siglas, edificios grandes.

No conozco la ciudad, pero no es muy grande que digamos. Espero que eso juegue a favor. Que sea más fácil hacer amigos, encontrar mi lugar, armar una rutina que me entusiasme.

Tengo miedo de no encajar. De ser “el nuevo”. De que me miren raro. De que me dejen afuera. Pero también tengo esperanza. Porque esta puede ser una oportunidad para crecer, para reinventarme, para vivir cosas que nunca viví.

Y eso me da fuerza. Me da ganas. Me da impulso.

El peso de lo que no se dice

Hay algo que quiero contar, aunque me cuesta. Y es que esta mudanza no fue solo geográfica. También fue emocional.

Porque en Claromecó dejé cosas que me dolían. Personas que me lastimaron. Situaciones que me marcaron.

No voy a dar nombres, porque no se trata de eso. Pero sí quiero decir que hubo momentos en los que me sentí muy solo. Muy incomprendido. Muy triste.

Y no lo dije. No lo conté. Me lo guardé. Me lo banqué.

Pero ahora quiero soltarlo. No para victimizarme, sino para liberarme.

Porque escribir también es sanar. También es transformar el dolor en palabra. Y la palabra en puente.

El miedo como compañero de viaje

Desde que llegamos a Tres Arroyos, el miedo me acompaña. Miedo a no adaptarme. Miedo a no hacer amigos. Miedo a que todo sea peor. Miedo a equivocarme.

Pero también aprendí que el miedo no es el enemigo. Que puede ser un aliado. Que puede ser una señal de que estamos saliendo de la zona de confort. De que estamos creciendo.

Así que trato de escucharlo. De entenderlo. De no dejar que me paralice.

Y eso no siempre sale bien. Hay días en los que me encierro, en los que no quiero hablar con nadie, en los que me siento un bicho raro.

Pero también hay días en los que me animo. En los que salgo. En los que sonrío. En los que me ilusiono.

Y esos días son los que quiero multiplicar.

La esperanza como motor

A pesar de todo, tengo esperanza. No una esperanza ingenua, de esas que creen que todo va a salir bien porque sí. Sino una esperanza activa. Una esperanza que se construye. Que se pelea. Que se defiende.

Espero encontrar amigos. Personas con las que pueda hablar, reír, compartir. Espero aprender cosas nuevas. Descubrir talentos. Superar desafíos.

Espero sentirme parte. Sentirme querido. Sentirme visto.

Y esa esperanza me sostiene. Me empuja. Me guía.

La bitácora como confidente

Esta bitácora va a ser mi compañera. Mi confidente. Mi testigo.

Cada vez que escriba, voy a dejar acá un pedazo de mí. De mi historia. De mi proceso.

No sé quién va a leer esto. No sé si alguien lo va a leer. Pero no importa. Porque lo escribo para mí. Para ordenar mis ideas. Para entenderme. Para abrazarme.

Y si alguien lo lee, y se siente identificado, y le sirve, mejor. Pero no es la meta. La meta es ser sincero. Ser auténtico. Ser yo.

El valor de empezar

Hoy empiezo esta bitácora. Y empezar, aunque parezca poco, es mucho.

Porque empezar implica decidir. Implica comprometerse. Implica abrirse.

Y eso, en un mundo que nos empuja a callar, a esconder, a fingir, es un acto de valentía.

Así que acá estoy. Con miedo, con dudas, con heridas. Pero también con ganas, con fuerza, con sueños.

Y eso me basta.

¿Qué sigue?

No sé qué va a pasar en la EEMN° 1. No sé cómo va a ser mi vida en Tres Arroyos. No sé si voy a encontrar lo que busco.

Pero sí sé que voy a intentarlo. Que voy a poner lo mejor de mí. Que voy a seguir escribiendo.

Porque esta bitácora es mi mapa. Mi brújula. Mi diario de viaje.

Y cada entrada va a ser una coordenada. Una señal. Una marca.

Así que gracias por estar acá. Por leerme. Por acompañarme.

Nos vemos en la próxima entrada, amigos.

El Capitán zarpa. Y esta vez, no hay vuelta atrás.


Comparte:

AVISO

Es importante aclarar que este sitio fue pensado originalmente para verse bien en computadoras y pantallas grandes. Sin embargo, estoy en pleno proceso de optimización para que se vea correctamente en versiones móviles. Agradezco tu interés y te invito a seguir visitando el Blog.

PERSONAL TRANSLATIONS (COMING SOON)

LAS ISLAS MALVINAS SON ARGENTINAS

LAS ISLAS MALVINAS SON ARGENTINAS

ESTE SOY YO

Mariano Romero Arregin

¡Hola! Mi nombre es Mariano — Un hombre común y corriente escribiendo sobra la vida. Soy primeramente CRISTIANO. En lo profesional, soy productor agrícola, promotor agroecológico en un cultivar de frutas finas, fermentista y cuando tengo algo de tiempo (y dinero especialmente) un viajero amateur. Además, aquí estoy compartiendo mis historias familiares, mi amor por la vida en los cultivos, la naturaleza, la tecnología y el ocio en general.

VISITAS DESDE...

Flag Counter

EL TIEMPO EN USHUAIA

El tiempo - Tutiempo.net

AUTOMATIC TRANSLATION TO...

BOLETÍN INFORMATIVO

Mantenete al tanto de todas las novedades del Blog ¡Es totalmente Gratis!

Косово је Србија / Kosovo je Srbija

Косово је Србија / Kosovo je Srbija

DESTACADA

ES EL MOMENTO DE SER YO

Hoy quiero compartir con ustedes un momento importante de mi vida en el que estoy en proceso de liberarme de todas las cargas que durante ta...

ENTRADAS POPULARES

ARCHIVOS

ENVIAR MENSAJE

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

BÚSQUEDA