Hoy quiero compartir con ustedes un momento importante de mi vida en el que estoy en proceso de liberarme de todas las cargas que durante tantos años me han afectado física y emocionalmente. Quiero empezar pidiendo perdón a toda la gente que creyó algo de mí que no era, especialmente a aquellos que se sintieron ofendidos por mis palabras del pasado.
Para empezar, debo decir que soy un típico argentino que creció en una comunidad de "tradición cristiana", aunque de eso, sólo tenía el nombre. Como es común en nuestra sociedad, dícese lo que no es, pero actúa en contramano a los valores contraídos. La gran mayoría de los cristianos que he conocido son del famoso palo del "haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago" y así también me sentía yo.
Durante mucho tiempo, viví engañado e inmerso en un mundo de fantasías y falsas creencias, llegando a usar a Dios casi como un amuleto contra la mala suerte. Pero hoy quiero ser completamente honesto, no solo con los demás, sino principalmente con mi dañado "yo". Nunca pude ser realmente yo y enterarse eso, a los casi 35 años, es hasta vergonzoso.
Por eso, me encuentro en un proceso de hacer catarsis con mi ser interior y liberarme de todas las cargas que durante tantos años me han afectado física y emocionalmente. A pesar de todo, me siento mejor ¡Mucho mejor! Y hoy ya siento que voy rompiendo completamente las cadenas del control mental que ejercen las sectas y varias confesiones religiosas (aunque ellos no acepten este término) en las que he transitado a lo largo de mi vida. ¡El camino de la liberación ha comenzado!
Hoy, me doy cuenta de que no se puede complacer a todo el mundo y que un poco de egoísmo y amor por uno mismo no tiene nada de malo ¡Esto también es una cuestión de dignidad y auto respeto! Dejé que mi vida fuera marcada por las mentiras propias y ajenas. Por fábulas que no tienen ni pie ni cabeza y por historias que no son las mías. Me había convertido en un miserable hipócrita que busca agradar a otros a cambio de mi felicidad.
Me llevó mucho tiempo (demasiado) darme cuenta de esto y de que, para ser feliz, uno debe ser auténtico consigo mismo. Hoy, me siento como alguien que acaba de salir del clóset. ¿Por qué se dice salir del clóset? ¿Qué acaso se compara a las personas con otras preferencias sexuales con zapatos? O más bien es porque el rechazo sigue siendo tan grande que las personas callan por años lo que realmente sienten.
Debo admitir que el camino hacia la liberación ha sido difícil y lleno de obstáculos. En ocasiones he sentido miedo, soledad y una sensación de pérdida al dejar atrás las falsas creencias y fantasías que me han acompañado durante tanto tiempo. Pero también he descubierto una sensación de paz y alivio al liberarme de las cargas que me han afectado física y emocionalmente.
He aprendido que no hay nada de malo en cuestionar nuestras creencias y en buscar respuestas que nos satisfagan de manera personal. No todos tenemos que creer en lo mismo, y eso no nos hace mejores o peores que los demás. Cada uno de nosotros tiene el derecho de buscar nuestra propia verdad y de vivir de acuerdo con nuestros valores y principios.
También he descubierto que es importante rodearnos de personas que nos apoyen y nos acepten tal como somos. He encontrado a personas maravillosas que me han brindado su amor y su amistad incondicional, y que me han ayudado a superar los momentos difíciles.
Sé que aún tengo un largo camino por recorrer en mi proceso de liberación y de auto-descubrimiento. Pero estoy dispuesto a seguir adelante con valentía y determinación, y a enfrentar cualquier obstáculo que se presente en mi camino. Estoy dispuesto a aceptar mis errores del pasado y a aprender de ellos, para así poder construir un futuro más positivo y libre de cargas.
Siento la necesidad de abrir mi corazón y enfrentar una realidad que me ha acosado durante mucho tiempo. Reconozco que soy un pecador, tal vez el peor de todos. A lo largo de mi vida, he cometido numerosos errores y he caído en trampas de las cuales soy completamente consciente de su naturaleza pecaminosa.
Lo más perturbador es que muchas veces he cerrado voluntariamente mis sentidos hacia Dios, sabiendo perfectamente que lo que hacía estaba mal. He ignorado Su voz, he desobedecido Sus mandamientos y he actuado en contra de Su voluntad. Aunque sabía que estaba alejándome de lo que es correcto y justo, persistí en mis caminos equivocados, negándome a escuchar las advertencias divinas.
En la profundidad de mi ser, reconozco que no hay nada bueno en mí. Cada parte de mi ser está manchada por la influencia del pecado. Mi naturaleza carnal me lleva a buscar la satisfacción de mis propios deseos egoístas y a olvidar las necesidades de los demás. He lastimado a personas, he sido insensible a su dolor y he actuado en contra de los principios morales más básicos.
No puedo siquiera afirmar, como el apóstol Pablo, que soy un siervo inútil. En realidad, me encuentro en un estado aún más desalentador. He traicionado los principios que sé que son justos, he violado mi conciencia y he vivido en rebelión contra Dios. No merezco Su gracia ni Su misericordia. Por el contrario, merezco la muerte, el castigo justo por mis acciones.
En este momento, me enfrento a la realidad de mi propia depravación y me doy cuenta de lo lejos que estoy de la santidad de Dios. Siento un profundo pesar por el dolor que he causado y por la separación que he creado entre Dios y yo. Reconozco que no hay nada que pueda hacer para ganarme Su favor o merecer Su perdón.
Sin embargo, a pesar de todo esto, en medio de mi desesperanza y mi pecaminosidad, todavía hay una chispa de esperanza. Aunque no puedo hacer nada por mí mismo, sé que Dios es un Dios de amor y de perdón. Aunque me siento indigno, puedo acercarme a Él con humildad y arrepentimiento, confiando en Su gracia y en Su capacidad para transformar incluso al peor de los pecadores.
Hoy he abierto mi corazón y he reconocido mi pecado sin reservas. Me enfrento a la realidad de mi propia naturaleza pecaminosa y la gravedad de mis acciones. Pero también me aferro a la esperanza de que, a través de la misericordia de Dios, puedo encontrar perdón y restauración.
Mañana es un nuevo día, una oportunidad para buscar la reconciliación con Dios y permitir que Su amor transforme mi vida. Seguiré luchando contra mi naturaleza pecaminosa, pero confío en que, con la ayuda de Dios, puedo encontrar redención y vivir una vida que honre Su nombre.
Mariano J. Romero Arregin



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