![]() |
| Cruzando tempestades |
En la vastedad del océano de la vida, a menudo me encontré navegando con un falso sentido de poder y control. Durante mucho tiempo, creí que podía manejar el timón de mi propia existencia, como si fuera el único capitán de este barco que es mi vida. Esta creencia en mi autosuficiencia me llevó a creer que podía dirigir mi nave hacia cualquier destino, sin necesidad de ayuda o guía externa. Pero, como pronto descubriría, esta soberbia visión de mí mismo estuvo a punto de llevarme a la total perdición.
En mi arrogancia, ignoré las advertencias sutiles de muchas de las personas que me rodeaban. Las aguas de la mundanalidad, plagadas de placeres efímeros y tentaciones irresistibles, me llamaban constantemente. Pensé que podía navegar por estas aguas sin ser afectado, que mis propias fuerzas me mantendrían a salvo. Sin embargo, cuanto más me adentraba en estas aguas traicioneras, más me daba cuenta de lo cerca que estaba de perderme en la tormenta.
Fue entonces, cuando las olas amenazadoras comenzaron a sacudir mi barco, que la vida me brindó una lección inestimable. Me recordó, con una fuerza inquebrantable, la importancia de reconocer mis propias limitaciones. En medio de la tempestad, comprendí que mi arrogancia y mi confianza excesiva en mis propias decisiones me habían llevado al borde del abismo.
Ese grito a la consciencia, en su sabiduría inescrutable, me mostró que no podía navegar este mar tumultuoso por mi cuenta. Mis deseos y mi egoísmo eran un timón defectuoso, y mi presunción me había dejado a merced de las tormentas. En ese momento de desesperación, tuve que rendirme. Tuve que decir ¡Hasta acá llegue yo! Fue entonces cuando decidí soltar el timón y buscar a un capitán muchísimo más sabio y poderoso que yo mismo.
En mi búsqueda de guía y protección, encontré a Jesús o mejor dicho... él me buscó primero.. Porque fu Él el que me amó primeramente. Él se convirtió en el capitán de mi alma y el guardián de mi travesía. En sus manos, descubrí la seguridad y la dirección que tanto necesitaba. Cuando confié mi vida a Él, experimenté una paz que sobrepasaba todo entendimiento. Las tormentas, que una vez me aterrorizaban, ahora eran solo desafíos en mi viaje, pruebas de mi fe y oportunidades para crecer.
Jesús me llevó a través de las aguas agitadas, me rescató en los momentos de naufragio y me condujo hacia un puerto seguro. Ese puerto seguro no era solo un destino físico, sino un estado de plenitud y tranquilidad que encontré en su amor y gracia. Me di cuenta de que, con Jesús como mi guía, ya no tenía que temer a las tormentas, porque Él estaba conmigo en cada momento, en cada desafío.
Mi rendición a Jesús no fue un acto de debilidad, sino un acto de sabiduría. Aceptar que no puedo controlarlo todo me liberó de la ansiedad y el temor constante. Aprendí a decir, con humildad y confianza, "¡Sí, Señor! ¡Que se haga tu voluntad!" en lugar de tratar de imponer la mía sobre todas las circunstancias de la vida.
Con Jesús como mi guía, cada día se convirtió en un viaje de fe. Aprendí a confiar en que Él me llevaría exactamente donde necesitaba estar, incluso cuando los vientos y las corrientes parecían contrarios a mis deseos. Mi fe se fortaleció con cada desafío superado, con cada obstáculo sorteado y con cada momento en el que su presencia fue mi única certeza.
Cristo, con su amor incondicional, se convirtió en mi faro en la oscuridad. Su luz me iluminaba en los momentos más oscuros, cuando todo parecía perdido. Su amor, que no conoce límites, se convirtió en mi refugio en medio de la adversidad. A través de Él, encontré la esperanza y la fuerza para seguir adelante, incluso cuando la vida se volvía más difícil.
Me enseñó que la verdadera fortaleza no reside en la arrogancia ni en el control, sino en la humildad y la confianza en algo más grande que yo mismo. Descubrí que, en lugar de resistir las olas y luchar contra las corrientes, podía descansar en los brazos de Jesús y permitir que Él dirigiera mi camino. En esa confianza, encontré una paz que nunca había experimentado antes.
Hoy, estoy seguro de que no importa cuán agitado esté el mar de mi etapa de vida terrenal, con Jesús como mi guía, siempre llegaré a un puerto seguro. Cada día es una oportunidad para aprender de Él, para crecer en mi fe y para experimentar la gracia y el amor que fluyen desde Su corazón.
Mi vida ya no es un intento desesperado de controlar mi destino, sino un viaje de confianza y entrega. Cada desafío es una oportunidad para recordar que no estoy solo, que tengo un Capitán que cuida de mí en cada paso del camino. En Jesús, encontré un amor que nunca falla, una dirección que nunca se pierde y una paz que trasciende las tormentas.
Así que, en este viaje de la vida, continúo diciendo "¡Sí, Señor!" A cada desafío, a cada giro inesperado y a cada nueva lección que se presenta. Con Jesús como mi guía, no temo el futuro, porque sé que mi destino está en manos seguras.
Que esta historia de rendición y confianza te inspire a reflexionar sobre tu propio viaje. A veces, soltar el timón y confiar en algo más grande que uno mismo es el camino hacia la verdadera paz y realización. Jesús espera con los brazos abiertos para ser el Capitán de tu vida, guiándote hacia un puerto seguro de amor, gracia y propósito. ¿Te atreves a decir "¡Sí, Señor!" y embarcarte en esta maravillosa travesía de fe?



No hay comentarios.:
Publicar un comentario