![]() |
En el medio mi abuelo, José Arregin |
Escribir estas palabras es un desafío, lo reconozco. Por la madrugada me enteré de que mi abuelo había fallecido. Hablar de él, es adentrarse en un territorio de emociones complejas, de recuerdos agridulces que se mezclan en el rincón más íntimo de mi ser. Con él, mi relación nunca fue sencilla, siempre fue un viaje lleno de altibajos, de idas y vueltas, de luces y sombras. Pero hoy, me enfrento a la tarea de honrar su memoria y compartir lo que aprendí de él, lo que guardo como tesoros de valor incalculable.
A pesar de nuestras diferencias, y tal vez precisamente por ellas, mi abuelo me brindó lecciones de vida que han dejado una huella indeleble en mi corazón. Con él, aprendí la importancia de no tener miedo a expresar lo que creemos que es correcto. Su ideología era firme y transparente. No importaba si sus opiniones diferían de las mías; él las sostenía con convicción, y eso me enseñó que la autenticidad es un valor que no debe comprometerse.
En su esencia, mi abuelo era un hombre de trabajo incansable. A pesar de estar jubilado, nunca conoció el significado de la palabra "descanso". Siempre estaba en busca de un nuevo proyecto, una tarea que ocupara sus manos y su mente. Era testarudo... ¡Sí! Y con honores, mi abuela solía llamarlo "Vasco" en clara referencia a su terquedad, pero también a su inquebrantable perseverancia.
Mis abuelos José y Verónica en la entrada a mi barrio |
Su amor por el trabajo me inspiró. Aprendí de él la importancia de la dedicación y el esfuerzo en lo que hacemos aún sigo usando cosas en la vida diaria que aprendí con su técnica perfeccionista. Vi en su ejemplo que el trabajo no solo es una forma de ganarse la vida, sino también una manera de dar sentido y propósito a nuestros días.
Mi abuelo era un hombre fuerte, en todos los sentidos de la palabra. Sobrevivió a tratamientos médicos que desafían la lógica y la estadística. Su resistencia física era un testimonio de la voluntad humana de aferrarse a la vida y sobre todo de la bendita Gracia y Misericordia de Dios.
![]() |
El hombre, tenía estilo |
En retrospectiva, puedo apreciar que, aunque nuestra relación fue muy compleja en ciertos aspectos, mi abuelo dejó un legado de autenticidad, trabajo duro y resiliencia que me ha servido de guía en mi propio camino. Aprendí que las diferencias no deben ser barreras para la comprensión y el respeto mutuo. Descubrí el valor de ser fiel a lo que uno cree, de perseverar ante la adversidad y de abrazar la vida con determinación.
Hoy, mientras escribo estas palabras, puedo reconocer sin miedo a equivocarme que mi abuelo fue una parte fundamental de mi historia, un capítulo que me ha moldeado de maneras que quizás solo ahora estoy empezando a comprender. A pesar de las complejidades de nuestra relación, lo recuerdo con gratitud por las lecciones que me dejó, por los valores que me transmitió y por el ejemplo de fortaleza que representó.
![]() |
Mi abuelo y yo hace muchos años |
En su memoria, sigo adelante, recordando siempre que somos la suma de nuestras experiencias, que las relaciones humanas son ricas y matizadas, y que cada persona que cruza nuestro camino puede dejarnos un regalo, incluso si al principio no somos capaces de verlo. Mi abuelo fue uno de esos regalos, y hoy le rindo homenaje al compartir estas palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario