![]() |
No muerden y abren la mente de las personas |
He pasado incontables horas entre las estanterías de una librería antigua, donde el aroma a libros viejos se mezcla con el susurro de historias que aún esperan ser contadas. Soy Mariano un hombre que ha encontrado refugio y sabiduría entre las páginas de los grandes maestros de la literatura. He leído mucho. De hecho he leído muchísimo más de lo que he escrito, sumergiéndome en mundos desconocidos y descubriendo el poder y el significado de la buena literatura. CS Lewis decía que: “La mejor defensa contra la mala literatura es una experiencia plena de la buena.”
Desde mi infancia, los libros han sido mis compañeros más fieles. Crecí entre las páginas de cuentos de hadas y novelas de aventuras, dejando que mi imaginación volara libremente mientras exploraba mundos lejanos y conocía personajes fascinantes. Cada palabra cuidadosamente elegida, cada frase meticulosamente construida, resonaba en lo más profundo de mi ser. Aprendí a apreciar la belleza de un verso, la fuerza de una metáfora, la profundidad de un símbolo. Los libros se convirtieron en mi maestro, enseñándome lecciones que ningún aula podía ofrecerme.
He aprendido que el verdadero placer en escribir primero pasó por haber leído. Mis primeros intentos de escribir fueron torpes, inseguros, carentes de la magia que había encontrado en las obras de los grandes autores. Pero cada vez que me sentaba frente a una página en blanco, recordaba las palabras de aquellos que habían llegado antes que yo, y encontraba consuelo en la certeza de que el camino hacia la maestría estaba pavimentado con la práctica y la perseverancia.
Me he perdido en los libros y me he vuelto a encontrar en ellos. A través de las páginas desgastadas y las historias gastadas que ya me aprendía de memoria, encontré partes de mí mismo que ni siquiera sabía que existían. Me sumergí en las vidas de los personajes, compartí sus alegrías y sus penas, sus triunfos y sus derrotas. Cada libro que leía era un viaje de autodescubrimiento, una oportunidad para explorar los rincones de mi propia existencia.
Hoy en día, no necesito un reconocimiento que me diga que soy un gran escritor. He dejado de buscar la aprobación de los demás, de medir mi valía por el número de visitas a este blog o las críticas elogiosas. Me conformo con estar contento conmigo mismo por mi propia obra, con saber que he dado lo mejor de mí en cada palabra escrita. He aprendido que la verdadera satisfacción no viene de afuera, sino de dentro, del conocimiento de que he dejado una parte de mí en cada página que he escrito.
Y he ahí uno de los grandes misterios de la escritura, gustarse a uno mismo. En un mundo obsesionado con la fama y el éxito, es fácil perder de vista lo que realmente importa. Pero yo he encontrado mi verdad en estos artículos, en las historias que he contado y en las palabras que he compartido con el mundo. En cada página escrita (incluso en las virtuales), encuentro un pedazo de mí mismo, una parte de mi alma plasmada en tinta y papel (o en pixeles y una pantalla).
Así que hoy, mientras me siento frente a mi escritorio, rodeado de libros que han sido mis fieles compañeros a lo largo de los años, sonrío. Porque sé que, aunque mi nombre nunca aparezca en las listas de best sellers o en los estantes de las librerías más prestigiosas, he dejado mi huella en el mundo de la literatura. Y eso, para mí, es suficiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario