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Las calabazas, todavía inmaduras se cuelgan de mi puerta queriendo entrar |
Faltan pocos días para el cambio de estación y en las últimas 48 horas el "otoño" se hizo sentir con fuerza en Mar del Plata mientras, según el calendario, nos adentramos en el último tramo del verano. Marzo emerge con una inestabilidad meteorológica que deja sentir su presencia de manera contundente. Las jornadas se vuelven desapacibles, con un descenso abrupto de la temperatura que nos recuerda que estamos a nada de decirle chau a los días más agradables del año. Mientras la lluvia golpea el cristal de la ventana, aprovecho para sumergirme en el mundo digital, concentrado en mi computadora, mientras el sonido de las gotas crea una melodía que mezcla lo reconfortante y también renueva la certeza de que en algún momento, tengo que cambiar la membrana del techo. Es que esto no tiene nada de poético, sino que es el claro recordatorio de lo importante de tener un techo en condiciones.
Afuera, en el paisaje que se despliega más allá de mi ventana, la naturaleza está en pleno cambio. Las plantas, en su recambio de temporada, comienzan a dar sus frutos de manera desesperada. Entre ellas, los zapallos destacan con su vigor renovado, emergiendo como los grandes triunfadores de este mes de marzo. Sus hojas verdes se alzan orgullosas, listas para ofrecernos esas generosas calabazas en las próximas semanas. Junto a ellas, las higueras también reclaman su lugar en el escenario, desafiando a cualquiera que se atreva a quitarles su ganado protagonismo.El paisaje urbano se transforma gradualmente, reflejando la transición de estaciones. Las calles, una vez marcada por la actividad de turistas y veraneantes, ahora muestran una tranquilidad más sosegada. Las sombrillas y las reposeras en las playas dan paso a escenas más serenas, donde algunos pocos valientes se aventuran a pasear por la costa, desafiando el viento fresco que sopla del mar y las marejadas tan típicas de nuestra zona.
En los mercados y ferias locales, el cambio de estación también se hace evidente. Las frutas y verduras de verano empiezan a ceder su lugar a productos más propios del otoño. Las calabazas, las manzanas, las peras y las uvas comparten espacio con las últimas sandías y melones de la temporada estival. Es un festival de sabores y aromas que anticipa la llegada de nuevos manjares de la tierra. Yo, sigo esperando igual el avance final de mis tomateras y pimientos.
Mientras tanto, en el ámbito humano, la vida sigue su curso con sus ritmos y rutinas. Las personas se abrigan más, buscando refugio de este "frío" temporal que se cuela por las rendijas de las ventanas y las puertas. Los comerciantes preparan sus locales para la temporada baja, ajustando sus ofertas y horarios a la nueva realidad del clima y la demanda local que está bastante (por no decir completamente) dañada. Los colegios han comenzado sus clases entre paros de distintos gremios, y el transporte público ha sido protagonista de la última controversia. Y es que no es ningún secreto las graves deficiencias que tiene el transporte local, un tema que merece una discusión más profunda en otro momento.
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