EL HUERTO EN EL FIN DEL MUNDO: EL ENCANTO DEL CALAFATE Y LA PROMESA DE VOLVER

Fruto del calafate
Fruto del calafate ya madurado

Hay plantas que no solo se siembran en la tierra, sino también en lo profundo de cada uno (fuaaa que poeta). Hoy abrí la puerta de casa y entre el viento, que se siente casi el protagonista de estos últimos días se podía sentir ese hermoso aroma de las flores de calafate en la primavera.

El calafate, ese arbusto rebelde y generoso típico de la Patagonia austral, es una de ellas. Crece sin pedir permiso, florece entre los vientos y da fruto solo cuando llega el momento justo.

Flores de calafate durante la primavera
La aromática flor del calafate

Dicen las viejas leyendas tehuelches que quien come su fruto, siempre regresa a la Patagonia. Yo creo que, más que un mito, es una promesa escrita en el sabor. Porque una vez que probás el calafate, la tierra misma te marca con su dulzura agreste, y ya no podés olvidar el sur. (YO NO LO HICE)

Aquí, entre los fríos y las jornadas desapacibles que estamos teniendo en Ushuaia, el calafate enseña una lección que pocos están dispuestos a escuchar: la belleza no siempre nace en la comodidad, sino en la resistencia. Si querés saber un poquito más de toda la leyenda detrás del calafate te la cuento en este post que escribí hace un tiempito

🌿 LA FILOSOFÍA DEL CALAFATE: CRECER DONDE OTROS NO PUEDEN

El calafate no teme al viento ni al hielo.
Tiene espinas como advertencias, raíces profundas que buscan calor donde la superficie se congela, y flores humildes que se abren cuando todo parece dormido.
Es una planta sabia.
No se apura, no reclama atención, y sin embargo ofrece uno de los frutos más deliciosos y valiosos del Sur. Su sabor es un espejo del espíritu patagónico: fuerte, dulce y un poco melancólico.
Cultivarlo es, de alguna manera, aceptar un pacto con la tierra: cuidar lo pequeño, esperar en silencio y celebrar cada fruto como un milagro.

🌱CÓMO CULTIVAR CALAFATE EN EL FIN DEL MUNDO

Muchos creen que el calafate solo crece de forma silvestre, pero con algo de paciencia —y respeto por su naturaleza— también puede prosperar en un huerto familiar.
Estas son las claves que aprendí entre charlas de mate y tardes de viento frío:

1. El Lugar Adecuado

🌤️ Luz: Ama el sol, pero tolera bien la semisombra. Si lo plantás cerca de otras especies, asegurate de que reciba al menos 6 horas de luz diaria.
🌾 Suelo: Prefiere los suelos pobres, arenosos o pedregosos. No necesita lujos, solo buen drenaje. En eso, se parece a nosotros: crece mejor cuando no está ahogado.
❄️ Clima: No le teme al frío; de hecho, lo necesita. Las heladas estimulan su crecimiento y mejoran el sabor de sus frutos.

2. La Plantación

Podés multiplicarlo por semillas o esquejes, aunque las semillas requieren paciencia (a veces más de un año para germinar).
Si optás por un esqueje, buscá uno semileñoso y plantalo en primavera, cuando la tierra empieza a despertar.
Dale espacio: el calafate puede alcanzar entre 1 y 2 metros de altura y ensancharse con ganas.

3. Cuidados Mínimos, Amor Constante

No necesita mucho riego. Con una o dos veces por semana en los meses secos alcanza.
Si lo ves crecer lento, podés agregar compost orgánico a comienzos de la primavera, pero sin exagerar: el calafate florece mejor en la modestia.
No le temas a las espinas; son su escudo, no una advertencia.

🍇 LA COSECHA DEL REGRESO

La recompensa llega en el verano, cuando los frutos azul oscuro tiñen las ramas y el aire se llena de ese aroma inconfundible.
El calafate no se apura, pero cuando da, da en abundancia.
Para cosecharlo:
Elegí los frutos más maduros, firmes y bien coloreados.
Evitá los días lluviosos, ya que la humedad afecta su conservación.
Usá guantes si no querés salir con las manos tatuadas de azul (aunque algunos lo consideramos un orgullo).

Y recordá: cada fruto es una semilla de memoria. Al comerlo, estás mordiendo una historia milenaria de supervivencia y amor por la tierra.

🍰 EN LA COCINA: SABOR DE LA PATAGONIA

El calafate es mucho más que una fruta silvestre; es una identidad en cada bocado.
Su sabor mezcla dulzura, acidez y un toque de misterio.
Algunas ideas para disfrutarlo:
🫐 Mermelada fueguina: Calafate, azúcar y un poco de jugo de limón. Simple, honesta y profundamente patagónica.

🍷 Licor artesanal: Ideal para las noches largas de invierno; una infusión de frutos en aguardiente que calienta cuerpo y alma.

🍰 Tarta del regreso: Una masa quebrada, un relleno de calafate y una promesa: quien la pruebe, siempre volverá.

Mientras observo los primeros brotes del calafate en mi huerto del Fin del Mundo, pienso que esta planta no solo enseña a cultivar, sino a creer en los retornos.
Porque la vida, como la Patagonia, tiene sus inviernos, pero siempre guarda un verano azul escondido entre las espinas.

¿Y vos?
¿Probaste alguna vez el fruto del regreso? 
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DE RASKÓLNIKOV AL PEREGRINO: LA LITERATURA RUSA COMO UN VIAJE AL ALMA 🙏

Imagen ilustrativa resaltando la literatura rusa del alma
Un viaje hacia el alma rusa

La literatura rusa clásica no es solo un conjunto de grandes historias; es una escuela de la psique y del espíritu.

Ninguna otra tradición literaria explora las profundidades del sufrimiento, el pecado y la redención con la intensidad y el compromiso moral de los maestros rusos.

Esta obsesión con el alma humana —la dushá rusa— se manifiesta en dos vertientes poderosas: la psicología caótica de la novela y la serenidad mística de los textos ortodoxos.

📖 FIODOR DOSTOIEVSKI: EL PSICÓLOGO DEL PECADO

Su genio reside en su capacidad para sumergirnos en la mente de personajes al borde del abismo.
Dostoievski no solo narra los conflictos de sus protagonistas, sino que los hace chocar con las preguntas esenciales de la fe, la moral y la existencia.

✍️ Características Dostoievskianas (no se si verdaderamente existe esta palabra, o me la acabo de inventar) Claves

La Dicotomía Culpa–Redención

En obras como Crimen y castigo, Dostoievski utiliza el crimen como punto de partida para una tortura psicológica.
Raskólnikov no sufre tanto por la justicia social como por la agonía de su propia conciencia, preparando el terreno para una eventual redención a través del sufrimiento —un tema profundamente cristiano ortodoxo.

La Novela Polifónica

Sus libros son auténticas arenas de combate ideológico.
Personajes como Iván Karamázov, el Príncipe Myshkin o el Hombre del Subsuelo encarnan filosofías extremas: ateísmo, nihilismo, santidad ingenua.
El lector no recibe una lección moral directa, sino que debe juzgar las consecuencias morales de estas ideas por sí mismo.

“La belleza salvará al mundo”

Esta frase de El idiota resume su ideal:

La belleza que salva no es la estética, sino la belleza moral, encarnada en la humildad y el amor al prójimo, un ideal profundamente ligado al concepto cristiano de santidad.

🧘 LA TRADICIÓN ORTODOXA: EL PEREGRINO Y LA ORACIÓN

Si Dostoievski dramatiza el caos y la lucha interior, la literatura devocional rusa ofrece el camino hacia la paz del corazón.
Textos como Relatos de un peregrino ruso (o El Peregrino ruso) son fundamentales para entender el anhelo espiritual que subyace en la cultura rusa.

💓 El Ideal de la Oración Incesante

El Peregrino no es un personaje literario complejo como Oneguin o Raskólnikov: es un arquetipo. Su viaje físico está entrelazado con su búsqueda interior: la oración incesante o Oración de Jesús:

“Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador.”

La Práctica del Corazón

Este relato se centra en la mística hesicasta.
El objetivo es mover la oración de la mente al corazón, convirtiéndola en un latido espiritual constante.

La Humildad como Camino

Al igual que en Dostoievski, la humildad es el pilar.
El Peregrino, sin nombre y sin posesiones, encuentra la felicidad y la verdad en su dependencia total de Dios y en la simple repetición de la oración.

🌿 UNA ESENCIA COMÚN: EL REALISMO ESPIRITUAL

A pesar de sus diferencias de estilo —la tormenta dostoievskiana frente a la calma del Peregrino— ambos caminos convergen en una misma búsqueda: el Realismo Espiritual.

Tanto Dostoievski como la literatura ortodoxa comparten la convicción de que la verdadera realidad no se encuentra en el mundo material, ni en la política ni en el progreso social, sino en el estado moral y espiritual del individuo.

La gran lección de la literatura rusa es que no hay escape de las preguntas del alma.

Ya sea en las callejuelas mugrientas de San Petersburgo con un hacha en la mano, o en los senderos polvorientos de Siberia con una oración en los labios, el destino de los personajes rusos es siempre el mismo:

> encontrarse, finalmente, con su propia conciencia.

🙏 Y vos, ¿Qué personaje creés que encarna mejor el camino de la redención: ¿El atormentado Raskólnikov o el sereno Peregrino?

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EL HUERTO EN EL FIN DEL MUNDO: GUÍA DEFINITIVA PARA EL CULTIVO DE RUIBARBO

Planta de ruibarbo en maceta
Un ruibarbo en maceta
Desde hace un tiempo, las plantas me han enseñado más sobre la vida que muchos libros de autoayuda.
El ruibarbo, en particular, se ha convertido en mi metáfora favorita para entender la paciencia. Me recuerda que la verdadera recompensa no viene de la prisa, sino de saber esperar.

Mientras el mundo afuera se devora en la inmediatez política o en la vorágine de las redes, yo encuentro paz observando cómo este vegetal de tallos rojos y firmes se abre paso en la tierra fría de Ushuaia.
 

Mucha gente cree que cultivar ruibarbo es una tarea solo para jardineros expertos o que es imposible en un clima patagónico tan extremo como el nuestro. Se equivocan. Solo exige una cosa: respeto por sus tiempos.
Si estás listo para frenar y cultivar la paciencia junto a esta planta noble, seguí leyendo.

🌱 La Filosofía del Ruibarbo: ¿Por Qué Me Atrapó?


No es un tomate que te da frutos en tres meses.
El ruibarbo te obliga a pensar a largo plazo. Es un compromiso.

Me atrajo su resistencia estoica. Aquí, en el sur de la isla donde el verano es breve y el frío muerde duro, el ruibarbo se aferra a la vida. Sus raíces son una sentencia contra el olvido. No solo sobrevive al invierno: lo necesita. Esa necesidad del frío para resurgir con más fuerza es una lección vital.

Además, en el plato, es una contradicción deliciosa: el tallo de aspecto rudo que, al cocinarse, se transforma en una dulzura agria, casi ácida. Es la prueba de que lo duro también puede ser tierno.

🌿 Del Semillero a la Tierra: Los Secretos para un Ruibarbo Fuerte


Si querés un ruibarbo que resista el huerto frío, no podés improvisar.
Acá te dejo las claves que aprendí a base de prueba y error en mi jardín en el Fin del Mundo:

1. La Ubicación es una Promesa

☀️ Sol o semisombra: Aunque he comprobado que ama el sol, en los días largos y casi eternos del verano austral, un poco de sombra por la tarde le sienta genial. La clave es el equilibrio.

🌾 Suelo rico y hondo: Sus raíces son poderosas. Necesitás un suelo profundo, bien cargado de compost y abono orgánico. El ruibarbo es un gran comedor; dale un festín desde el inicio.

💧 Drenaje, siempre: Su peor enemigo es el agua estancada. El suelo debe drenar bien para evitar que sus coronas (la base de donde salen los tallos) se pudran con la humedad excesiva.

2. Paciencia en la Plantación

El mejor momento para plantar las coronas o los primordios es a principios de la primavera, justo cuando sabés que las heladas más agresivas ya terminaron. Se puede hacer también desde semillas (aunque requiere un poco más de experiencia en su manejo)

Usá un buen espacio. No cometas el error de plantarlo cerca de otras especies.
Cada planta de ruibarbo puede crecer mucho y necesitará al menos un metro y medio de separación para extenderse con comodidad.

3. El Riego y la Muerte

El ruibarbo necesita riego constante, pero nunca ahogo.
Recordá: el agua es vida, pero el exceso es tumba.
Mantené la tierra húmeda, especialmente en los meses de mayor crecimiento, pero si ves encharcamientos, corregí el drenaje de inmediato.

🍃 La Recompensa de la Paciencia: Cosechando tu Ruibarbo


Este es el punto que más frustra a los novatos: el ruibarbo no se cosecha el primer año. Necesita establecerse, anclar sus raíces y acumular energía para la batalla del invierno.

El primer año, dejalo tranquilo.
El segundo año, podés tomar unos pocos tallos.
Recién en el tercero te devolverá con creces tu paciencia.

Cómo Cosechar Correctamente

¡Nunca cortes el tallo con cuchillo!
Elegí los tallos más gruesos y firmes de la parte exterior de la planta.
Agarrá el tallo lo más cerca posible de la base.
Tiralo hacia afuera y giralo suavemente: debe desprenderse de la corona sin dañarla.
No coseches más de la mitad de la planta de una vez; dejá siempre tallos suficientes para que siga haciendo fotosíntesis.
> ⚠️ Advertencia vital: Las hojas de ruibarbo son venenosas debido a su alto contenido de ácido oxálico. Solo se consumen los tallos. Desechá las hojas con cuidado.
🍰 Con el Ruibarbo en la Cocina: Ideas para Experimentar
La mayoría piensa en mermelada, pero el ruibarbo es mucho más versátil.
Si estás en la Patagonia, donde no abundan las frutas de carozo, el ruibarbo te da una acidez fantástica para equilibrar postres.

Algunas sugerencias:

🥧 Crumble patagónico: Mezclado con manzanas y una cubierta crujiente de avena y canela.

🍷 Salsa agridulce: Una reducción de ruibarbo con un poco de vino tinto y especias.

🍹 Limonada rosada: Un almíbar simple de ruibarbo infusionado en agua con gas y limón. Una bebida elegante y refrescante.

Y así, mientras revuelvo una mermelada de ruibarbo en mi cocina de Ushuaia, recuerdo que los mejores resultados de la vida —ya sea en el huerto o en la existencia— son aquellos que se construyen con lentitud y profundo respeto por los ciclos.

Espero que te animes a navegar esta aventura.🌱
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DESDE ESTE LADO DEL CIELO

Una carta para el amor de mi vida

No sé si las palabras de una carta pueden cruzar el umbral que separa este mundo del otro, pero si pudieran, si tan solo una de ellas lograra llegar a vos, quisiera que sepas que sigo pensando en vos. No con la tristeza de quien se aferra a lo imposible, sino con la ternura de quien guarda un tesoro escondido, intacto, en algún rincón del alma.

Todavía recuerdo tu perfume. Es extraño cómo un aroma puede sobrevivir al paso de los años, cómo puede quedarse flotando en el aire incluso cuando la presencia ya no está. A veces aparece sin aviso, como una brisa suave en medio de un día cualquiera, y me basta con cerrar los ojos para sentirte cerca otra vez.

Hay días en los que el recuerdo se vuelve más nítido, como si el tiempo retrocediera y todo volviera a tener sentido. Y ahí estás vos, con tu sonrisa leve, esa forma tuya de mirar que parecía decir más que cualquier palabra. Me pregunto si alguna vez llegaste a presentir la revolución silenciosa que provocabas cada vez que aparecías.

Dicen que el amor verdadero no muere, y quizás sea cierto. El cuerpo puede desaparecer, la voz puede apagarse, pero hay algo que se niega a ser borrado. Algo que persiste, que se cuela entre los días, que se sienta conmigo cuando cae la noche.

A veces me descubro hablándote en silencio, como si estuvieras al lado. No es locura, es costumbre. Es ese vínculo invisible que no se rompe ni con la distancia ni con la muerte. No necesito verte para saber que existís, que en algún lugar, más allá de lo que entiendo, seguís sonriendo.

No sé si el tiempo cura o solo enseña a convivir con la herida, pero he aprendido a agradecer lo que fue. Lo que dejaste en mí. Porque, aunque tu paso fue breve, dejaste una huella profunda. Y eso, aunque duela, también consuela.

Hoy te escribo no para pedirte nada, sino para decirte que sigo acá, que sigo recordándote. Que cada tanto, entre el ruido del mundo, cierro los ojos y te vuelvo a encontrar, tan viva como siempre, tan cerca como nunca.

Donde sea que estés, ojalá sientas esta carta. Ojalá el amor, en su misterio, te lleve mis palabras y las transforme en luz.

Porque yo sigo creyendo que el amor, cuando es verdadero, no termina. Solo cambia de forma.

¡Que tu memoria sea eterna!

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NO ES UNA ARAÑA, ES UNA CENTOLLA

Imagen del monumento a la centolla en Ushuaia
Flor de centolla

Detrás del Paseo del Fuego, en Ushuaia, se esconde una criatura que parece salida de un casting para Jurassic Park versión crustáceos. Ahí está, con sus ocho patas oxidadas, sus pinzas listas para arrancarte el abrigo y ese aire de “soy el jefe final de este videojuego”. Muchos incautos la ven y gritan: “¡mirá la araña gigante!”. Error. No es una araña, es una centolla.

Sí, la famosa centolla fueguina. Esa que tanto aparece en las fotos de los turistas con babero y martillito en mano, como si fueran cirujanos de pinzas y caparazones. Yo, que soy vegetariano (aunque no fundamentalista, no se preocupen, no voy a hacer piquetes en la parrilla de nadie), confieso que este homenaje no me conmueve demasiado. Porque claro, homenajear un animal que la mayoría solo quiere ver en la olla me parece, como mínimo, raro.


Pero ahí está: una escultura enorme, oxidada y pinchuda, vigilando el Beagle como si en cualquier momento fuera a decir “a ver vos, turista, dejá la selfie y tirate al agua”. Si la idea era hacerla intimidante, lo lograron: yo cada vez que paso por ahí me imagino que en una tormenta se suelta de los fierros y empieza a caminar por la ciudad como un Transformer patagónico.

El monumento a la centolla en Ushuaia
Una ubicación extraña

Eso sí, hay que admitir que llamar la atención, la llama. Nadie puede ignorarla. Es como ese primo raro en las fiestas familiares: no sabés si abrazarlo o cruzarte de vereda, pero de que todos hablan de él, hablan.

En fin, la próxima vez que alguien te diga “che, allá atrás del Paseo del Fuego hay una araña gigante”, corregilo con tono docto, como un capitán experimentado que acaba de descubrir América:

—No es una araña, marinero… es una centolla.

Y si te mira con cara rara, agregá:

—Pero igual corré, por las dudas.

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POLÍTICA Y RUIBARBO

El primordio foliar emergente del ruibarbo

Generalmente no suelo dar opiniones sobre la política argentina, la política contingente de mi propio país. Pero hoy, mientras limpiaba los canteros donde tengo algunas plantas de ruibarbo, me vinieron muchas ideas a la cabeza. La Argentina vive un momento de crisis institucional de todo tipo, ya sea económico, social, cultural o incluso moral. Y si hay algo que me define es que no soy políticamente correcto: digo lo que pienso, aunque no guste.

Soy consciente de mis propios límites en cuanto al conocimiento técnico de la administración del Estado, no soy economista ni politólogo, apenas un ciudadano común y corriente. Pero al menos puedo decir que gracias a Dios no le debo nada a los gobiernos de turno. Tampoco a los anteriores. Siempre fui crítico para bien y para mal, tanto de Cristina como de Macri, de Alberto Fernández y, por supuesto, del gobierno de Javier Milei. Todos ellos diferentes en estilo, discurso y formas, pero con un mismo denominador común: la maldita mancha de la corrupción. Ese mal que parece enquistado en la política argentina como raíces profundas imposibles de arrancar.

Mientras sacaba las hierbas de los canteros de ruibarbo, pensaba en esa metáfora inevitable. Estas plantas, que llevan años creciendo, necesitan espacio, aire y nutrientes para desarrollarse bien. No toleran demasiado la competencia de lo que solemos llamar “malas hierbas”. Algunas son fáciles de quitar, apenas se tironean un poco y salen enteras. Pero otras, que ya se han acostumbrado al suelo fueguino, se vuelven duras, resistentes, casi imposibles de arrancar de raíz. Y entonces no queda otra que buscar el golpe justo, el azadazo preciso, para eliminarlas.

Así pasa con la política: la corrupción es esa maleza que se infiltra en todo, que roba los nutrientes de las raíces verdaderas, que asfixia a las plantas que deberían dar fruto. Y cada tanto hay que meter la azada, aunque uno se canse de repetir el trabajo. Porque si se deja estar, si uno se resigna, el ruibarbo termina debilitado.

Quizás como país estamos en ese punto. O aprendemos a dar el azadazo justo, a arrancar de raíz lo que nos hace daño, o la tierra misma se agota. Y ahí ya no habrá ruibarbo que florezca.

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CABOS: EL COMIENZO DE UN SUEÑO CON SABOR A ALFAJOR

Recuerdos de aquella primera tanda de prueba

El pasado 27 de junio hice debutar oficialmente mi emprendimiento de alfajores CABOS. Apenas ha pasado menos de un mes desde aquel primer paso, pero siento como si hubieran pasado años de emociones, pruebas, ideas y sobre todo, muchas horas en la cocina.

CABOS no es solo una marca. Es un proyecto hecho a pulmón, con el corazón puesto en cada detalle. Todo es 100 % artesanal. Desde la selección de los ingredientes hasta el diseño de cada variedad, hay una búsqueda honesta por ofrecer algo que no solo se coma… sino que también se sienta.

Ya hay algunas variedades que están conquistando paladares: los Marplatenses (con su impronta costera inconfundible), los de crema irlandesa, los de avellanas, entre otros. Y claro, hay muchos más en camino, en etapa de pruebas, soñando con llegar pronto al envoltorio.

La más dulce de las tradiciones argentinas 

Este emprendimiento nació en Ushuaia, pero lleva en su alma un pedazo de mi historia, de mis raíces, de mi paso por la costa atlántica. CABOS es también un puente entre esas dos geografías: la ciudad más austral del mundo y la Mar del Plata de mi memoria.

Gracias a quienes ya se animaron a probar, a recomendar, a compartir. Gracias por acompañar este inicio. Lo que viene será aún más dulce.

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HE LLEGADO A LOS 40 AÑOS

En el Parque Nacional Tierra del Fuego (durante el verano)

Raro número si los hay. Redondo, exacto, simbólico… casi una sentencia. 
No soy de los que gustan celebrar los cumpleaños. Por lo menos desde hace un tiempo para acá.
Y no por amargura, sino porque a veces el silencio pesa más que los brindis forzados.

Los 40 llegan sin pedir permiso, como una factura vencida de la luz que sabías que te iba a llegar pero igual te molesta cuando la ves.

Es un número que te obliga a mirar para atrás, aunque vos quieras mirar para adelante.
Un número que a veces pesa más que la mochila que uno arrastra con las decisiones, los errores, los aciertos y las pérdidas.

No me malinterpreten. No es que me sienta mal.
Pero tampoco puedo decir que me sienta eufórico.
La vida en esta etapa tiene un sabor raro.
Un sabor entre mate lavado y pan recién horneado: algo se enfría y algo empieza.

Me encuentro rodeado de silencios más largos y de certezas más escasas.
Ya no busco tener razón, ni convencer a nadie.
No necesito agradar.
Ni correr detrás de expectativas ajenas.
Me importa menos lo que piensan los demás y más lo que pienso yo cuando apago la luz y me quedo solo conmigo mismo.

Y aunque no haya torta ni globos, me doy un regalo:
la posibilidad de seguir escribiendo, de seguir buscando, de seguir dudando.
A esta altura, ya no me interesa la aprobación. Me interesa la autenticidad.
Y si algo aprendí, es que los 40 no vienen a darte respuestas:
vienen a enseñarte que todavía estás a tiempo de cambiar todas las preguntas.

Así que no, no esperes una fiesta.
Pero sí, tal vez, un buen mate, una charla honesta y un poco de música triste de fondo.
Eso, para mí, es más celebración que cualquier torta con velitas.

Felices 40 para mí.
Y para todos los que llegamos hasta acá… sin mapas, pero con coraje.
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🎉 HOY NACE OFICIALMENTE ALFAJORES CABOS

La imagen corporativa de mi emprendimiento 

Hoy no es un día cualquiera.

Hoy lanzo oficialmente algo que me lleva dando vueltas en la cabeza, el corazón y las manos desde hace mucho tiempo: ALFAJORES CABOS, mi emprendimiento artesanal.

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EL ESTADO GENOCIDA SIONISTA Y SU TEATRO DE LA VICTIMIZACIÓN

En su papel de víctima, como siempre

No puedo creer la hipocresía del Estado sionista, ese invento artificial en Medio Oriente que no deja de sorprenderme con su teatro barato. Ahora se hacen los víctimas, lloran por los misiles lanzados por Irán como si fueran inocentes, cuando ellos mismos son los que primero atacaron, los que iniciaron la agresión.

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UNA ODA AL MATE: RITUAL, NOSTALGIA Y EL ALMA ARGENTINA EN UNA INFUSIÓN

 

Enterrado en la nieve, pero el mate no te abandona 

No sé en qué momento exacto el mate dejó de ser solo una bebida para convertirse en parte de mi identidad. Pero ahí está, como un compañero leal que no hace preguntas, que no te exige explicaciones, que simplemente está.

El mate es como ese amigo silencioso que te acompaña en los días buenos y en los días que no querés ver a nadie. El que está cuando estudiás, cuando laburás, cuando no pegás un ojo en toda la noche, cuando hay visitas y cuando no. Cuando estás en casa o cuando estás lejos. El mate te sigue.

Tiene algo de ritual, algo de liturgia. Calentar el agua “a punto”, elegir la yerba, cebar. Es casi un acto sagrado. Cada uno tiene su modo. Su termito, su mate preferido, su bombilla amiga. Y si alguien se atreve a lavártelo mal o a cambiarte el orden de las cosas, es casi una falta de respeto. Porque el mate no es cualquier cosa. Es cosa seria.

Hay quienes lo toman dulce, quienes lo prefieren amargo. Hay quienes lo ceban con amor, y otros que lo ceban como si estuvieran llenando un balde. Pero más allá de cómo se tome, el mate es símbolo de lo nuestro. Es compartir. Es rueda. Es ronda. Es pausa. Es conversación. Es silencio. Es estar.

En mi caso, ha sido testigo de muchas páginas escritas. De decisiones importantes. De mates con mamá mirando algún lago de la isla, de charlas interminables con amigos, de mates solitarios escuchando la radio mientras allá afuera el mundo gira.

No me importa si estás en Ushuaia o en La Quiaca. Si estás solo o rodeado. Si sos de izquierda, de derecha, de Boca, de River, de ningún lado. Si hay mate, hay algo que nos une. Porque el mate es patria líquida, es raíz, es refugio.

Y si alguna vez me exiliara, si alguna vez me tocara estar lejos, lo único que pediría sería una buena yerba y un mate de madera. Porque puedo bancarme la distancia, el idioma extraño, las comidas raras… pero sin mate no soy nadie.

Así que esta es mi humilde oda al mate. Al que no te juzga. Al que no se ofende si no hablás. Al que se enfría pero igual lo querés. A ese que, cuando todo parece desmoronarse, te ofrece una ronda y te dice sin palabras: "Dale, seguí. Yo estoy acá."


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EL MONTE OLIVIA, EL EMPERADOR QUE NOS OBSERVA

Eliminando las distracciones, se levanta el emperador de la isla 

Hay algo en el Monte Olivia que te atrapa, aunque no lo busques. Basta con que mires hacia el este apenas salís a caminar por Ushuaia, y ahí está: firme, inmenso, eterno. Testigo silente de todos los que llegan, y también de todos los que se van.

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CERRANDO MIS REDES (IN)SOCIALES. LA FATIGA DIGITAL Y LA VUELTA A LO REAL

Casi como un proceso terapéutico 

Otra vez. Sí. Estoy cerrando mis redes sociales.

Y no, no es la primera vez que lo hago. Muchas veces lo intenté. Muchas. Siempre terminaba cayendo de nuevo en la misma trampa, como si el algoritmo maldito tuviera una correa invisible que me tironea hacia la pantalla. Una especie de adicción moderna disfrazada de “estar conectado”, cuando en realidad no estás conectado a nada real. Solo enchufado a una máquina que te come el alma a scrollazos.

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PALESTINA, SIEMPRE CON PALESTINA

Siempre a favor de PALESTINA

Hay cosas que con el tiempo cambian. Las ideas, los caminos, incluso para algunos las creencias. Pero hay otras que no. Y una de ellas, en mi caso, es el compromiso inquebrantable con la causa palestina.

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🚖 UBER, REMISES, TAXISTAS Y EL CONFLICTO SIN FIN


Que hermosa ironía nivel IA

Un diario de Río Grande publicó que los viajes de remises cayeron de 26 a 9 por día. ¿El culpable? Uber. ¡Ay, Uber! Ese demonio moderno que, según muchos, llegó a destruir el oficio del "conductor profesional" y traer el apocalipsis vial. Qué raro todo. En Ushuaia no nos quedamos atrás: cada vez que alguien se anima a abrir la app, no falta el grito al cielo de los autoproclamados paladines del volante legal. Pero... ¿y si le rascamos un poquito a la pintura? A ver qué hay detrás del enojo.

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¿DE PERROS O DE GATOS?

Un dibujo cuasi perfecto

¿Perros o gatos? 

Me lo han preguntado mil veces. En una cena, en un asado, en la cola del banco, o peor, en una primera cita (bueno, esto en realidad no sé) y siempre me miran esperando una respuesta emocional, una declaración de amor, como si tuviera que jurar fidelidad a una bandera peluda:

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CUANDO CAMINAR EN USHUAIA ES UNA TRAMPA MORTAL

El maple de huevos, todavía no estaba

Hay mañanas en que salir de casa es un acto de fe. Una pulseada entre el instinto de supervivencia y la obligación. Porque si vivís en Ushuaia, sabés que no es solo frío. Es hielo. Hielo en todas partes. Hielo que no brilla: traiciona. Veredas que parecen normales hasta que te resbalás sin aviso, sin drama, sin música de fondo: sólo vos, tu cuerpo cayendo, y un “¡la pu... ma...!” que rebota en la montaña.

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LA TEMPORADA DEL HIELO

Mí diseño debería ser canon en las fábricas de neumáticos 

Llega un momento en Ushuaia en que todo cambia.

El viento se pone más filoso, las noches se hacen eternas y las mañanas arrancan con esa capa de escarcha que parece pintada a mano por algún demonio meticuloso, y el suelo —ese mismo que pisás a diario para ir al supermercado o a trabajar— se convierte en una pista de patinaje olímpica.

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METANOIA INTERIOR Y CULTIVOS EN USHUAIA. UN VIAJE AL ALMA Y A LA TIERRA

Nada como tirarse en el campo y levantar la vista al cielo

Hoy no es un día cualquiera. O tal vez sí, pero con una diferencia sutil: por primera vez en mucho tiempo, me detuve a mirar atrás sin que el peso de las culpas me aplastara el pecho. El sol entra tibio por la ventana, y en este silencio de tarde —solo roto por el murmullo de la construcción de mis vecinos— siento que algo se aquieta adentro. Como si, después de años de huir, finalmente me permitiera respirar. 
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AMOR, TRENES Y MALA POESÍA

Le pedí a una IA que dibujara la historia y este es el resultado. La nieve está muy por demás

Hay días en que el viento de la ciudad silba historias viejas. Hoy es uno de esos. Me desperté con el recuerdo pegado a las sábanas y con el frío de la nevisca golpeando la ventana de la habitación. La última vez que me enamoré. O, para ser justos, la última vez que creí enamorarme. Porque ahora, con la perspectiva que da el tiempo, sospecho que lo mío fue más un ataque de poesía mal digerida que otra cosa. Algo muy unilateral por así decirlo. 

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SIEMPRE CHAMUSCADOS, NUNCA INCHAMUSCADOS

Por supuesto, una cocina enojada

Hoy amanecí con ganas de escribir sobre Mar del Plata. Cumple años mi ciudad, esa que me vio crecer entre las olas y el viento. Pero la vida, siempre caprichosa, decidió que hoy también fuera el día en que casi me convierto en antorcha humana. Sí, leíste bien. Y no, no es metáfora. 
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PONIÉNDONOS AL DÍA

Tolhuin, Tierra del Fuego

Hola, ¿Cómo andan? Tanto tiempo sin pasar por acá a garabatear unas líneas virtuales. La verdad, los meses se me han escapado entre los dedos. Desde octubre del año pasado que estoy anclado en Ushuaia, intentando navegar este "verano" fueguino —y sí, lo pongo entre comillas con toda la ironía del mundo—. Para los que están acostumbrados a eso de que el sol te achicharra la espalda en diciembre o enero esto es otra película. 

Acá, el verano se parece más a un invierno tímido que se asoma con miedo, como si no terminara de decidirse a soltar el frío. Imaginen: salís a caminar con tres capas de ropa, el viento te pega en la cara como si tuviera cuentas pendientes, y de repente, entre nube y nube, aparece un rayo de sol que te hace pensar *"ah, mirá, quizás hoy no me congelo"*. Pero no se confíen... En cinco minutos vuelve a caer una llovizna que parece más bien una advertencia: *"Acá mandamos nosotras, las nubes del Fin del Mundo"*. Eso sí, no todo es quejarse. Hay una belleza brava en este clima, como si la naturaleza acá jugara a ser impredecible por puro deporte. En serio, el que está acá tiene prohibido quejarse del clima.

La Bahía Lapataia de fondo en el Parque Nacional Tierra del Fuego

Los días largos y eternos 

Si hay algo que me sigue volando la cabeza es la duración de la luz. A mediados de diciembre, el sol se despide recién pasadas (y hasta por mucho) las 22 horas, y ni hablar de cómo se arrastra el crepúsculo que no se decide a desaparecer. Es como si el cielo tuviera miedo de oscurecer del todo. A veces me quedo mirando por la ventana a las once de la noche y todavía hay un resplandor azulado o morado. Algo similar a lo que debe vivir un noruego en julio, pero acá, en el sur del sur, con el Canal Beagle de testigo y los Andes fueguinos de cómplices. 

Hace unos días, me animé a una caminata. Salí tipo ocho de la tarde (es imposible decir de la noche) y, cuando volví, el reloj marcaba casi medianoche. Pero la claridad seguía siendo la de un atardecer perezoso. Es surreal, como vivir en un limbo donde el tiempo se estira y te regala horas extras para hacer cosas. 

La huerta aquí se inicia con lo que se encuentra

El desafío verde: jardinear en tierra de desafíos 

Pero bueno, no todo es contemplar paisajes dignos de postal. Desde que llegué, me metí en la aventura de intentar cultivar algo en este suelo caprichoso. Y digo "intentar" porque, acá hasta las lechugas parecen tener carácter fueguino: crecen lento, con terquedad, como midiéndome a ver si tengo el don de la paciencia. La gente local ya me advirtió:
"Si querés cosechar algo que no sea nostalgia, tenés que jugar con el calendario y las estaciones como si fueran piezas de ajedrez"
Así que me armé de invernáculos improvisados, telas térmicas y una fe digna de mejor causa. Empecé con lo básico: kale, espinaca, algunas aromáticas. Nada de tomates (en experimentación momentánea) o pimientos, que acá se ponen melodramáticos con el frío. Aunque, ¿saben qué? La rúcula, se la banca. Y las hierbas como el perejil y el ciboulette también, aunque crecen a paso de hormiga. Lo más loco fue cuando probé con unos rabanitos, solo por curiosidad (parte del paquete de semillas locales). Sembré en noviembre, y recién ahora, principios de febrero, asomaron unas hojitas tímidas. Pero cuando los arranqué, ¡eran del tamaño de una uva! Pequeños, pero picantes como ellos solos. Un triunfo modesto, pero triunfo al fin. 

Cultivar acá es como tener una relación complicada con el clima: un día te regala diez grados y sol radiante, y al otro te despertás con tremendo granizo. Aprendí a leer el cielo como si fuera un mapa de tesoro: si las nubes se apelotonan sobre el Monte Olivia, mejor correr a cubrir los plantines. Si el viento viene del sur, abrigarse doble y rezar por las lechugas.

En definitiva, acá nada se da por sentado. Ni el sol, ni el calor, ni una cosecha. Todo se gana con paciencia, observación y un buen par de guantes. Bueno, tampoco vamos a exagerar. Es solo cuestión de seguir experimentando el fin del mundo. ¡Hasta la próxima!
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Mariano Romero Arregin

¡Hola! Mi nombre es Mariano — Un hombre común y corriente escribiendo sobra la vida. Soy primeramente CRISTIANO. En lo profesional, soy productor agrícola, promotor agroecológico en un cultivar de frutas finas, fermentista y cuando tengo algo de tiempo (y dinero especialmente) un viajero amateur. Además, aquí estoy compartiendo mis historias familiares, mi amor por la vida en los cultivos, la naturaleza, la tecnología y el ocio en general.

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